martes, 30 de octubre de 2007

La fortaleza digital

Dan Brown se hizo conocido mundialmente por su célebre "El Código Da Vinci", entretenidísimo best seller, llevado además con relativo éxito al cine el año pasado bajo la dirección de Ron Howard y con Tom Hanks en el papel del intrépido profesor Robert Langdon.
No muchos saben, por lo mismo que ésta es su primera novela, escrita en el año 1996 y traducida al español sólo debido al éxito arrollador de aquella.
El estilo de este autor es especial; muy comercial por cierto, vertiginoso, atrapante, no da respiro; pero a la vez peca de superficialidad, no se da el debido tiempo para retrarar de forma más certera a los personajes, por ejemplo, aunque a la luz de los resultados, consistentes sin duda, lo anterior no pasa de ser una anécdota que le interesa sólo a los más puristas.
A mí me entretiene y mucho, y los tres libros que he leído de este autor norteamericano (debe agregarse a los dos ya nombrados el libro "Angeles y Demonios") me han dejado satisfecho.
Ahora bien, en esta obra Dan Brown se interna en el mundo de la informática, las agencias de seguridad, el espionaje cibernético sistemático y los códigos encriptados (la forma segura en que viaja la información a través de las redes informáticas), lo que si bien ahora es de dominio relativamente público, en el año 1996 no lo era tanto.
Y por supuesto que hay una pareja de héroes. Se trata de Susan Fletcher, una joven y bella criptógrafa de la NSA (la secreta Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU.), encargada de descifrar los códigos interceptados por dicha Agencia, que evitan atentados terroristas en suelo Americano, (Caldo de cultivo para las teorías conspirativas, de que EE.UU. nos vigila en todo momento) y de David Becker, un brillante profesor universitario de lenguas extranjeras, novio de aquella.
La trama gira en torno de un código que no puede ser descifrado (llamado fortaleza digital), creado por un antiguo colaborador de la NSA, que si cae en las manos equivocadas puede significar una catástrofe de talla mundial, pues no habría como interceptar mensajes de grupos terroristas o de otros criminales. Esto lleva a una cacería por la ciudad de Sevilla, España, en busca de la clave que abre tal código, con varios muertos en el camino y una acción trepidante que no da pausa.
Por su parte, en las secretas instalaciones de la NSA, donde se ubica una supercomputadora que intenta descifrar fortaleza digital, se suceden una serie de acontecimientos que enredan cada vez más asunto, tejiendo una red de mentiras y encubrimientos al más alto nivel de la seguridad nacional de esa poderosa Nación del norte.
En fin, son más de 440 páginas de intensa acción, sin pausas, saltando de Sevilla a EE.UU. tras una clave secreta y misteriosa, en un estilo que maneja muy bien Dan Brown y que, obviando algunos detalles que hoy nos parecen como nimios, entretiene hasta el final.

jueves, 18 de octubre de 2007

El Libro de Arena

Hace un tiempo ya terminé de leer este espléndido libro de cuentos de Jorge Luis Borges, el gran escritor argentino, que nos ha enseñado a conocer mi amigo y colega trasandino Eduardo. Los que hayan seguido los post sobre Borges publicados hace algunos meses, gracias a los comentarios y aportes de Eduardo, recordarán que éste recomendaba acercarse a Borges por sus cuentos, y entre los recomendados había varios de los que integran esta formidable obra, que se lee con suma facilidad y gran placer, maravillándose, como no, de la genialidad de ese inmortal autor.

"El libro de Arena" fue publicado originalmente en el año 1975 (detalle no menor, pues muestra que esta obra se editó cuando Borges contaba con nada menos que 76 años, lo que me parece verdaderamente asombroso) y contiene 13 cuentos, más bien breves, con temáticas diversas, pero con el denominador común de la pluma certera, ágil, mágica y sorprendente de un hombre que ha vivido todo.

No es mi idea describir los cuentos de este volumen (es una tarea más adecuada para un "borgevangelista" como Eduardo), sino entregar una impresión de un simple lector, que se conmueve con los frutos de una mente brillante, bendecida además por una capacidad única de contar historias.

Si bien es cierto que todos me gustaron, algunos me dejaron un mejor gusto de boca: "Ulrica" (quizás por que conocí a una sueca de dicho nombre, de gran belleza), es un bello cuento de amor -temática que no es frecuente en la prosa de Borges, mas sí en sus versos- que nos toca a todos, es realidad pura; "Undr" es increíble, es la vida misma, frases y diálogos geniales y llenas de todo. Transcribo algunas: "A orillas del Azov me quiso una mujer que no olvidaré; la dejé o ella me dejó, lo cual es lo mismo"; - Qué te dio la primera mujer que tuviste? -me preguntó. - Todo, le constesté. - A mí también la vida me dio todo. A todos la vida les da todo, pero los más lo ignoran". No es posible describir de qué se trata este cuento sin estropearlo. Hay que leerlo.

En fin, no creo que valga la pena tratar de reseñar estos cuentos, hay que tenerlos y saborearlos; los he leído varias veces, además de los citados, también "El disco", "El Congreso" y el último, que le da el título a esta obra. Simplemente leánlos y disfrútenlos.

Creo que lo más adecuado es concluir con unas palabras del propio Borges, aparecidas en un breve epílogo que acompaña la edición que está en mis manos: "Espero que las notas apresuradas que acabo de dictar -el citado epílogo- no agoten este libro y que sus sueños sigan ramificándose en la hospitalaria imaginación de quienes ahora lo cierran".

martes, 9 de octubre de 2007

El amparo

Me es difícil comentar esta novela del escritor argentino Gustavo Ferreyra, nacido en Buenos Aires en el año 1963, sociólogo de profesión, pues no me dejó un buen sabor de boca.
¿Y por qué terminé de leerla si no me satisfacía? Me lo pregunté varias veces, pues me demoré más de lo acostumbrado en leerla, pero me intrigaba el saber cómo la finalizaría, que pasaría con Adolfo, el protagonista, sí arrojaría luces del por qué de la extraña y enajenante situación a la que se veía enfrentado diariamente, junto a los demás que trabajaban en esa casa, pero no encontré las respuestas, lo que terminó de desilusionarme.
Pero vamos por parte. Esta novela es del año 1994 y fue acogida favorablemente por la crítica argentina, elevando a su joven autor (para esa época) a la categoría de promesa, describiéndolo como poseedor de un "talento inédito, afianzado y complejo". Además de ésta, ha publicado "El Desamparo" (1999), "Gineceo" (2001), "Vértice" (2004) y "El director" (2005).
Ahora a la novela en cuestión. Adolfo trabaja -y vive- en una casa junto a un ejército de otros empleados, en los más diversos y raros oficios, sirviendo exclusivamente al señor de la casa, el amo. Su vida -y la de los otros- sólo tiene sentido cuando sirve al señor. Una atroz versión moderna de la esclavitud. Baste con decir que la tarea que realiza Adolfo y por la cual siente orgullo es la de "receptor de carozos" (¡qué asco! Los carozos de las aceitunas, por ejemplo, que se come el señor, éste los deposita en la ¡boca de Adolfo!, quien se mantiene todo el tiempo con la boca abierta, almuerzo y cena). Y sólo eso hace, tiene que estar atento y preparado, junto con otros empleados, a prestar sus servicios en las comidas del señor, y nada más. El resto del día lo ocupa en nada; no hay TV, no lee, no hace deportes, no fuma, casi no interactúa con nadie, sólo piensa y medita, pagado de si mismo, y con una profundidad que raya en la idiotez.
La opresión, la alienación, la obsesión, el servilismo llevado a su máxima expresión, la pérdida de la individualidad, son elementos que por cierto están muy bien tratados en la novela, no por nada su autor es sociólogo, pero que desde mi punto de vista no permiten encontrarle sentido y realidad a la situación descrita.
Está bien, alguien puede decir: pero si es una novela, ficción pura, de acuerdo, pero no me convence la atmósfera descrita y la pasividad de los habitantes-esclavos de la casa, la ausencia de "vida" en todos ellos; aunque hay que reconocerle méritos al autor cuando se mete en la mente distorsionada y poco menos que limítrofe de Adolfo, el que puede crear en su cabeza todo un mundo del más leve y nimio episodio.
En fin, ciertos acontecimientos se traducen en una degradación del protagonista, quien pasa a labores de limpieza. Sintiéndose humillado, intenta urdir planes para vengarse del enano que ocupó su puesto, los que finalmente no son llevados a la práctica. Entretanto, el señor de la casa cae enfermo, lo que provoca nuevos cambios y múltiples conjeturas en la afiebrada mente de Adolfo.
Y eso es todo. Ciertamente a muchos les atraerá esta novela, pero a mí no me convenció.