viernes, 30 de julio de 2010

Esclavo del tiempo

Nada que decir. No he tenido tiempo para escribir desde hace varios meses. Eso sí, he leído algunas cosas que espero comentar dentro de poco.

Pero igual no me queda tiempo para leer o el tiempo que me gustaría leer. En 4 meses sólo he leído tres libros!! (además de algunos técnicos y de temáticas de mis trabajos que no vienen al caso). Uno es el "Profeta" de Khalil Gibran, hermosa obra, mágica e inspiradora.

El siguiente fue "Brooklyn Follies" de Paul Auster, uno de mis autores favoritos, que logra imprimirle un gran ritmo a todas sus novelas. Muy buena, como todas sus obras en general -hemos comentado otras 4 novelas de este autor norteamericano- imaginativa y convincente.

Y por último, terminé de leer recién "Una semana de octubre" de Elizabeth Subercaseaux, interesante novela de esta autora nacional, basada en un tema muy sensible, bien llevado aunque predecible.

En fin, tres obras muy distintas entre sí, pero todas atractivas y recomendables, que espero comentar a la brevedad.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Juan Salvador Gaviota

La verdad es que se me ha hecho difícil leer por estos días y más aún escribir estos comentarios. El tiempo no me ha acompañado, cambio de departamento, búsqueda de nuevos proyectos, trabajos pendientes y terremotos varios no me han dejado espacio para esta deliciosa actividad de leer.

Empero, entre trámite y trámite pude leer (releer a decir verdad) hace un par de semanas esa extraordinaria fábula de Richard Bach llamado Juan Salvador Gaviota, que después de cada lectura -y con unos años de más en el cuerpo- hace tanto sentido y hace tanto bien, cuanto más luego de las catástrofes que nos trajo el terremoto de fines de febrero.


Juan Salvador Gaviota -no diré nada nuevo- es una fábula que ha marcado a varias generaciones. Juan Salvador es una gaviota que cree que hay algo más que simplemente luchar por el alimento. La existencia no puede estar suscrita sólo a aquello y en el vuelo y su perfeccionamiento encuentra el sentido de su vida. Este solo planteamiento -el sentido de nuestra vida- ya nos deja marcando ocupado, hoy mucho más que cuando la leímos en el colegio.

El perfeccionamiento, el amor puesto en lo que uno hace, la entrega, el no ser parte del rebaño, y un largo etc., nos va mostrando Juan Salvador a través de estas breves páginas, que llenan de emoción y nos plantean complejas preguntas que muchas veces no nos queremos responder.

No pretendo decir más, sólo los invito a leerlo o -para la gran mayoría- releerlo, pero con otros ojos, con una nueva mirada, pues las enseñanzas de Juan Salvador calarán hondo, se los aseguro.

domingo, 21 de febrero de 2010

El símbolo perdido

En las vacaciones leí este libro, la última novela de Dan Brown, publicada con gran bombo a fines del año pasado. Tal como en las otras novelas de este autor norteamericano (comentadas en este mismo espacio), la acción es la tónica, el ritmo de los acontecimientos es galopante, no hay pausa y no dan ganas de dejarlo. Pero –siempre hay un “pero” lamentablemente– esta entrega pierde mucha fuerza a medida que se acerca el final, por no decir que guatea, si me permiten usar este chilenismo.

Empero, vayamos por parte. El clásico e intrépido protagonista, Robert Langdon, un profesor experto en simbología que a estas alturas es ya más famoso que el Comisario Maigret, Hércules Poirot y Sherlock Holmes juntos, se ve envuelto en una compleja trama que involucra a la CIA, a los Masones, a una poderosa familia norteamericana y a un antiguo secreto que es capaz de modificar el mundo, todo condimentado con las excentricidades de un maniaco que busca apoderarse de ese poderoso secreto para ser el hombre más poderoso de la tierra. Y ambientada en Washington y en sus numerosos edificios históricos.

Langdon, que cada vez se asemeja más a un hombre superdotado que lo sabe todo, intenta por todos los medios salvar a su amigo y mentor, Peter Solomon, otro genio, el máximo grado de la Masonería gringa y depositario y custodio de las claves que desentrañan ese gran secreto, que está en poder de dicho lunático, que se hace llamar Mal’akh. Con la ayuda de Katherine Solomon y burlando a las fuerzas de élite de la CIA, comienzan una carrera contra el tiempo en pos de descifrar el symbolom que lleva al secreto anhelado, única manera de salvar a Peter Solomon, quien sufre los horrores de su cautiverio. Mal'akh se ha preparado por largos años para este momento: "invitó" a colaborar a nuestro héroe Langdon con una antigua representación -pero llevada a un extremo de máxima crueldad- con la idea de que él era el único que podía encontrar un antiguo Portal y hacer realidad las añejas leyendas de un poder oculto custodiado por los Masones.

Desde ese momento se suceden acontecimientos increibles, delirantes, se recrean historias y leyendas remotas que hablan de sabiduría, de iluminación, de elevación; aparece también el concepto de ciencia noética -estrechamente relacionada con el poder de la mente y con la sabiduría de la antigüedad- donde por supuesto Katherine Solomon es la experta mundial sobre la materia y que dejará al mundo impresionado con sus descubrimientos, lo que nunca se termina de desarrollar convincentemente.

En fin, un ritmo trepidante que atrapa, una historia que entretiene mucho, es verdad, pero que queda al debe con un final algo pobre, donde no se logran amarrar todos los cabos sueltos y no se desarrollan convincentemente ciertas situaciones que debieran haberse tratado más.

domingo, 31 de enero de 2010

Me pongo de pie

Como corresponde, el primer libro que leo cada año es alguno de los que he recibido como obsequio de Navidad. En este caso, se trata de un simpático libro con historias mundialeras y de la Selección chilena de fútbol, escrito por Pedro Carcuro y Esteban abarzúa, en un estilo muy ameno y fluido.

"Me pongo de pie" es una buena selección -como la de Bielsa, un recurrente personaje de las historias de Carcuro- de curiosidades y anécdotas relacionadas con el fútbol, especialmente en las citas máximas, los Mundiales. Varias son archiconocidas, pero algunas son totalmente nuevas, desconocidas, muy sabrosas y que aportan al conocimiento ciertamente irrelevante de los amantes del fútbol.

Poco hay que comentar de esta obra. Reconozco que me entretuvo, algunas anécdotas las comenté con mi hijo mayor Gonzalo, especialmente las relacionadas con Brasil -su selección favorita- algunas otras me sorprendieron, pero la verdad es que ya no las retengo (terminé de leerlo hace varias semanas). Esto indica que Me pongo de pie es un libro sencillo, que puede acompañar muy bien las tardes de playa, de lectura fácil pues son anécdotas cortas y no requiere mayor concentración y que se puede leer abriendo cualquier historia, pues están bien contadas.

Ahora sí estoy leyendo un libro interesante, que requiere su tiempo: "El símbolo perdido", de Dan Brown, el autor del Código Da Vinci, el que espero terminar en mis vacaciones, que pronto empiezan.