viernes, 2 de diciembre de 2005

Ajedrez y literatura

El milenario juego del ajedrez -del que soy un eterno enamorado- tiene una larga y a veces estrecha relación con la literatura. En innumerables obras algunos de los personajes principales son aficionados o juegan distraídamente una partida de ajedrez. Así, por ejemplo, en la célebre novela "El amor en los tiempos del cólera" de Gabriel García Márquez, Juvenal Urbino, uno de los principales personajes, era un apasionado jugador y solía jugar con Jeremiah de Saint-Amour, quien a su vez, según se decía, le había ganado una partida al mismísimo Capablanca, mítico campeón mundial del llamado deporte ciencia.
Pero en otras, el ajedrez se ha tomado un lugar preponderante en la trama y no sólo es usado para adornar la obra. Es el caso de "A través del Espejo", de 1871, segunda parte de la célebre "Alicia en el País de las Maravillas" del escritor inglés Lewis Carrol, quien cuenta una historia plagada de piezas de ajedrez en la que Alicia en el rol de un peón blanco se corona reina al llegar a la octava casilla y gana en once jugadas. También, el escritor peruano Ricardo Palma, en sus "Tradiciones Peruanas" narra el supuesto duelo ajedrecístico entre el inca Atahualpa y el conquistador español Francisco Pizarro.
Otro ejemplo notable y de gran actualidad es la exitosa novela de corte policial del escritor español Arturo Perez-Reverte "La Tabla de Flandes" en que el ajedrez es la clave para encontrar a un asesino, quien deja pistas de sus siguientes pasos a través de problemas de ajedrez.
Para finalizar esta linda relación entre dos de mis pasiones, quisiera transcribir el poema titulado "Ajedrez" de Jorge Luis Borges, que expresa muy bellamente las características notables de cada una de las piezas de este maravilloso juego:

I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

4 comentarios:

Enigma dijo...

Sin duda alguna, un gran juego el del ajedrez...

Saludos

El Enigma
Nox atra cava circumvolat umbra

Elisa de Cremona dijo...

sí, un juego que siempre decide cosas, verdad?

Anónimo dijo...

Recuerdo cuando jugabas con Norberto, es una imagen grabada en mi mente, algún día podríamos jugar ¿uhmm? tal vez hasta logre ganarte jajaja
Besos.

Anónimo dijo...

Un par de joyas, los dos sonetos de Borges siempre admirado, sobre el tablero de tu blog...
Saludos